Quienes ahora son niños viven en un mundo rodeado de tecnología, que además podrá tener conexión a Internet e Inteligencia Artificial. Es apabullante. Y la urgencia está en que los chicos aprendan a usar esos aparatos no como meros instrumentos, sino que los aprovechen para potenciar sus habilidades y facultades. En esta ardua tarea tanto profesores y padres deben contribuir.
Múltiples estudios han concluido que la integración de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) en los procesos educativos inciden de manera positiva en el desarrollo intelectual de los sujetos, para lo cual es fundamental entender la alfabetización digital como un proceso que implica el uso del pensamiento crítico, la creación de contenidos, compartir conocimiento, todo a través del uso sistemático de herramientas digitales.
Este proceso los niños lo aprenden en dos espacios principalmente, la casa y la escuela. Sin embargo, muchas veces los profesores desconocen cómo implementar estrategias multimedia en los salones de clases y ni siquiera se involucran en el aprendizaje informático de sus alumnos. De manera que, las escuelas son lugares cerrados a la tecnología, como lo explica la pedagoga y psicóloga Emilia Ferreiro en su reflexión sobre la alfabetización digital.
Los padres también están limitados para orientar y enseñar a sus hijos los alcances y peligros de los aparatos con acceso a Internet, ya sea porque no alcanzan a dimensionar lo valioso que llega a ser para su desarrollo intelectual, pero sobre todo porque ellos mismos desconocen el tema ya que tampoco pasaron por una alfabetización digital.
Existe una brecha digital entre padres e hijos que dificulta el aprendizaje de estos últimos en las prácticas digitales. Los primeros pertenecen a una generación donde las TICs no existían o todavía no tenían tanta popularidad como ahora, mientras que los segundos descubren cómo funcionan de manera intuitiva, prácticamente han crecido a la par. Pero sería reduccionista decir que solo por nacer con la tecnología ya instalada están capacitados para usarla.
De acuerdo con una investigación realizada en 2010 por Castaño y citada en el artículo “Alfabetización digital: uso de las TIC’s más allá de una formación instrumental y una buena infraestructura” , los resultados indicaron que los estudiantes pertenecientes a familias de niveles socioeconómicos altos tienen mejores competencias digitales respecto a aquellos que provienen de familias cuya economía no les permite costear tecnología de alta gama. Esto quiere decir que aquellos niños con mayor acceso a computadoras, celulares, tabletas, videojuegos y gadgets saben manejarlos mejor que los que no los tienen, no obstante, ese apenas es el primer paso.
La alfabetización digital se compone por un lado de saber usar el instrumento, y por el otro lado emplear esas herramientas para encontrar información y luego convertirla en conocimiento, por lo que también es necesario entender cómo impacta en el ámbito social, económico y cultural.
Para que esto se logre en los niños, los adultos responsables de ellos necesitan saber mover y picar los aparatos, estar al corriente de qué incluye la paquetería de Office, qué es un buscador ―y que no solo existe Google―, el software libre, un hipervínculo, una base de datos, la nube, tuitear, dar like. Además, necesita saber cómo buscar información confiable, discriminarla, transformarla en conocimiento, hacer contenidos, compartirlos, los riesgos de dar datos personales en Internet y otras vulnerabilidades en la red.
Se requieren padres proactivos. En cuanto aprenden a cómo usar las TICs para potenciar sus capacidades las cosas cambian, porque entonces podrán orientar, sugerir y también entender que la relación entre los pequeños y la tecnología no se reduce a entretenerlos en sus ratos libres, sino hacerlos conscientes de lo que pueden lograr con ella.
Además, sirve para abogar por el cambio en las escuelas con postura restrictiva, incluso para buscar alternativas donde los niños sean instruidos en el uso de herramientas digitales, porque no hay que confundirse, no se trata de que los papás se conviertan en expertos, más bien se busca erradicar, a punta de educación digital, la idea de que los aparatos con acceso a Internet son meros objetos de distracción y que hacen la vida más fácil.
Tampoco es hacer apología de escuelas y sistemas educativos con contenidos exclusivos a la multimedia y el software, es concientizar el papel preponderante de las tecnologías en la actualidad con miras a crecer de manera exponencial en el futuro. Es preguntarse, ¿qué estoy haciendo para preparar a mi hijo para ese futuro? El papel como padre no está en saber todo sobre las TICs, sino en tener el conocimiento mínimo necesario para involucrarse en su formación.
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Sobre el autor: Kayleigh Bistrain.
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